Una noche en París
De París, Francia
El futbol es una fiesta, y París ha
brindado un ejemplo de cómo celebrarlo. En la capital francesa, el Parque de
los Príncipes abrió su puertas a lo que se estima han sido cerca de 20 mil
aficionados. Al extremo de una de las cabeceras, Les Rouge et Blue (Los Rojos y
Azules) ondeaban las banderas detrás de Gérard, a punto de padecer la alegría
de las parisinas. Después de todo, el futbol es un deporte de dos caras, en el
que la felicidad de unas, es la desilusión de otras. En el caso del Madrid, el
equipo dirigido por Aznar llegó con expectativas cautas, sabiendo que en frente
tenía a una de las semifinalistas de la temporada pasada. Las Merengues
saltaron al campo con una línea de cinco en defensa, tarea a la que eventualmente
se sumaría el resto del equipo. Salvo Esther, el cuadro madrileño se vio obligado
a prevalecer en el fondo, hostigado por el constante ataque del PSG.
Esa letal banda por izquierda,
conformada por Baltimore, Däbritz y Lawrence, pronto se asentó sobre el campo
rival, con total libertad para generar peligro. Desde el pitazo inicial, el
equipo merengue comenzó a sufrir, encajando el primer tanto apenas pasados los
diez minutos de partido. Katoto inauguraba su cuenta personal en la presente
edición de Champions poniendo el uno a cero. Entonces el Madrid buscó poner orden
a sus líneas, aunque solo fuera para contener los centros y pases a través de
los cuales el PSG insistía en ampliar el marcador. Algo que logró sobre el
final de la primera mitad, cuando una de las mejores sobre la canchan, Sara Däbritz,
colocó el dos a cero. Sin conectar al frente, con Kenti y Lucía obligadas a
permanecer en el fondo, las merengues no veían la hora para irse al descanso.
No obstante, la segunda parte del
encuentro no pudo ser mejor para el Madrid. El PSG, pese a la reconstrucción por
la que atraviesa, se ha consolidado como un equipo importante a nivel continental,
y en una noche donde la afición jamás se cansó de alentar, las futbolistas cedieron
a los deseos de la grada. El París jugaba prácticamente con dos líneas, una muy
cerca del área rival, y otra sobre la media cancha, que daba caza a las pocas
jugadoras del Madrid que intentaban salir de su propio campo. Era tal el
dominio del equipo parisino, que incluso marcaban los tiempos de sus rivales.
El Real Madrid avanzaba cuando y hasta donde el PSG lo permitía, orillando a
las visitantes a ceder el balón constantemente. La decisión de Aznar de poner a
Méline Gérard bajo los tres palos fue de las más cuestionables pues, sin
minutos previos en la competición, apostar por ella en un partido de alto nivel
resultó muy arriesgado.
Däbritz, además de presionar en la recuperación de balón, generar espacios, repartir juego y regalar algunos gestos técnicos, se dio el lujo de asistir, redondeando una de sus mejores actuaciones. Así llegó el segundo de Katoto, que finalmente se encontró con el gol en esta temporada europea, y lo hace por partida doble. El cuarto y último tanto de la noche llegó de la peor manera posible para el Real Madrid. En una de las jugadas de menor peligro, con un centro apenas elevado, Rocío Galvéz mandó a guardar el balón en propia puerta. No había más, el PSG terminó firmando su décimo partido, en todas las competiciones, con triunfo y sin gol en contra. Una verdadera fiesta la que albergó la ciudad de las luces, donde al caer la noche, la magia ocurre. La buena inercia del cuadro merengue en la Champions encontró su fin en París, donde el PSG se postula como candidata, al menos, para luchar hasta la últimas instancias.
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