Gigantes de hielo
De Norteamérica.
Dentro de la
ficción que supone la CONCACAF, la afición mexicana se acostumbró a vivir en
una realidad en la que México era dominador, o al menos constante en sus
resultados. La última vez que aquella realidad, que creíamos absoluta, se vio
fragmentada fue en 2014, cuando los dirigidos entonces por Miguel Herrera se
enfrentaron a Nueva Zelanda para acceder al mundial de Brasil. Por supuesto,
los partidos frente a Estados Unidos siempre han representado una excepción
pues, dichos encuentros están cargados de una rivalidad que se ha reforzado en
los últimos años. Los nombres de Tim Howard, Michael Bradley y Landon Donovan ocupan
un lugar concreto en la memoria colectiva de México, con una mezcla de respeto
y rencor, por los títulos perdidos y el, ahora más que nunca, muy presente Dos a Cero.
La maldición que en
2016, el eterno capitán, Rafa Márquez rompió en Columbus, ha vuelto, esta vez
en Cincinnati, donde el Tri cayó ante Estados Unidos. La selección de las barras
y las estrellas ha ganado en la cancha el juego que siempre comienza fuera de
ella. Ya sea desde la tribuna o por medio de declaraciones anticipadas, el
Clásico de Norteamérica es más que noventa minutas en el campo. Se trata, en el
caso mexicano, de defender una de las pocas supremacías con las que nuestro
país cuenta en el ámbito deportivo, o contaba hasta hace poco. Si antes existía
un pequeño lugar para las dudas, ahora es evidente que los vecinos del norte,
no solo dejaron de mirarse en el espejo
que pudo suponer México, sino que lo han superado. Bajo un sistema propio de competición,
su liga sigue creciendo, lo mismo que su fábrica de jugadores. Muestra de ello son
Pulisic y McKennie, que han demostrado la endeble defensa que posee México.
El resultado no
tardó en generar rabia, frustración, e incluso sarcasmo, en una afición de
memoria corta y amor torcido, capaz de celebrar por todo lo alto cada victoria
y criticar hasta el cansancio a los primeros hombres en fila. Ochoa y Martino
fueron los más señalados en la última cacería emprendida por los
Incondicionales, dispuestos a aceptar los cambios, pero solo si estos son
superficiales y de pronta efectividad. De esa manera, tanto futbolistas como
entrenador, comienzan a desfilar por una cuerda floja, cada vez más frecuente, de
procesos tan cortos que, entre Mundiales se pueden contar un sinfín de jugadores
y directores. En el caso del “Tata”, su máximo error ha sido el que menos se
espera de un argentino, el de no entender la trascendencia de un partido como
el de un clásico. Es verdad, los problemas de México son mayúsculos pero, en la
lista de expectativas, vencer a los estadounidenses es prioridad. Tanto como,
después del último encuentro, lo es vencer a Canadá.
La victoria de los canadienses,
además añadir perspectiva al estado actual de la selección mexicana, sirve para
reivindicar al futbol femenil, su alcance y progreso. No fue el entrenador con
experiencia en Newell’s o en Barcelona el que salió triunfador de aquella noche
helada en Edmonton, sino aquel que llevó a Canadá a ganar el bronce en Río
2016. En efecto, antes de dirigir al equipo canadiense masculino, Herdman solo
había dirigido en la rama femenil, lo que le ha hecho entender el deporte de
manera distinta. A diferencia de lo que ocurre en otras latitudes, en Canadá el
futbol tiene su punto de partido en el futbol femenil, por lo que subestimar el
trabajo de Herdman resulta, entre otras cosas, erróneo. Trabajar desde la base
es algo que el técnico británico conoce y sabe hacer a la perfección por lo
que, con las esperanzas moderada, el cuadro de la hoja de maple puede soñar con
crecer.
Caso contrario a la inminente debacle mexicana. Sí, México clasificará a Catar, sea por la vía directa o el repechaje pero, la Federación Mexicana de Fútbol por nada permitirá una calamidad como no asistir a la justa mundialista. En cambio, lo que sí se puede permitir el cuadro azteca es cometer los mismos errores hasta el exceso. No se trata de señalar nombres propios, se trata de mirar un problema de raíz, de entender que, en las décadas recientes, el Tri ha avanzado empujado por una inercia histórica. En las últimas apariciones de la selección se ha procurado reforzar el mito del Gigante de la CONCACAF, que hoy en día resulta hasta insultante. Porque mientras los mexicanos nos empeñamos en elegir la salida rápida, Estados Unidos y Canadá empieza a obtener los resultados de un camino largo y sólido. Por ello, Norteamérica sigue siendo una zona de gigantes pero, estos no son aztecas, sino de hielo.
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