De Tokio 2020 (en 2021)

 

Foto: FIFA Women's World Cup


Jornada 4.

El futbol es un deporte fácil, de once contra once, donde gana el que más veces logre meter la esférica entre las redes, aunque esa simplicidad no sea siempre la que predomine en el campo. A veces existen equipos, partidos, torneos enteros que dejan ver la complejidad que tanto gustan de teorizar aficionados y hasta especialistas en diversas disciplinas. Hay excepciones como Canadá que, teniendo en frente a una escuadra de antología como Brasil, sabe sortear a la diosa fortuna, e incluso a la justicia, para evitar que leyendas como Formiga o Marta alcancen la gloria del oro olímpico. Porque basta empatar el marcador, aguantar hasta el último instante y esperar por un golpe de inspiración desde los doce pasos para meterse, nuevamente, a una semifinal en Juegos Olímpicos (JJOO).

En tiempos de futbol moderno, el timing se ha convertido en una cualidad fundamental para ganar, por lo que, tirar un pase, detener un balón o anotar en el momento preciso, puede definir el rumbo del juego. Eso lo sabe Sam Kerr, quien decidió marcar su primer gol del encuentro al minuto 89’, cuando Australia más lo necesitaba. Estando empatadas a dos goles, británicas y australianas se dispusieron a prolongar los noventa minutos reglamentarios. Entonces aparecería nuevamente la delantera del Chelsea que, tras una divina intervención de Micah para negarle a Gran Bretaña la ventaja, sabía era el momento adecuado para desmoronar al equipo rival. Un cuatro a dos final inimaginable para muchos pero que Sam Kerr sabía posible, esperando por el momento adecuado para marcar esa diferencia definitiva.

El partido de Suecia frente a Japón, aunque siendo más predecible, es un ejemplo de la importancia de conocer a tu equipo y al de tu rival. Las suecas sabían que, pese a llegar como la selección mejor posicionada, las niponas eran favoritas para seguir avanzando como locales. Por esto, el gol tempranero de Magdalena Eriksson sirvió para descifrar el ritmo del encuentro. Apostando por su futbol rápido entre líneas, la selección japonesa fue capaz de empatar el marcador, sin embargo, en el instante en el que Suecia logró neutralizar el juego de su oponente, no tuvo mayor inconveniente en generar las acciones justas para llevar el partido a su terreno. Uno donde lograron tomar la ventaja y desgastarse lo menos posible. Asllani y Blackstenius completaron el tres a uno que encamina a Suecia a otro gran torneo, incluso ya sin importar cuál sea el desenlace de éste.

La memoria también puede ser un factor trascendente en el futbol, sobre todo cuando se es la mejor del mundo. Así lo dejo ver EEUU, que sigue lejos de su mejor versión pero que, en su manera de encarar el balón y luchar cada jugada llevan el irremediable sello de campeonas. Conscientes de su historia reciente, las estadounidenses pudieron tener en mente dos pensamientos claves para su eventual triunfo: ser las campeonas del mundo y no permitirse volver a casa, una vez más, sin ninguna medalla colgando del cuello. Una combinación de revancha y confianza que llevaron al cuadro de las barras y las estrellas a poner su destino en manos de Megan Rapinoe. La número ‘15’ marcaría el penal definitivo de la tanda, apagando con él a la máquina demoledora que Países Bajos parecía ser.

Las postales que abren paso a las semifinales nos recuerdan que, el futbol sigue siendo más que un deporte, con destellos de magia, figuras superlativas y la relatividad del tiempo estirando el espectáculo de la pelota más allá de los noventa minutos. Estados Unidos se prepara para afrontar a una Australia eufórica, cargada de confianza. En tanto, Suecia y Canadá parecen los dos equipos más maduros del torneo, que aprendieron a ser pacientes, cautos y efectivos. Aquí comienza pues el principio del fin, donde tres se alzarán sobre el resto pero, solo una grabará su nombre junto al de Atenea, Hera y el resto de heroínas que, desde el césped, han gestado odas de tal artificio que, ni Ovidio ni Horacio habían podido describir.


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