Se puede ser

 

Foto: Twitter (@Wimbledon)


De Londres, Inglaterra.

Hace doce años que ninguna final en la rama femenil (individual) se ha repetido. Grandes tenistas como Serena y Venus Williams, Garbiñe Muguruza y Angelique Kerber han logrado llegar al último día de competición pero, sin éxito para retener el título en tierras británicas. La última ocasión en que una tenista logró repetir la hazaña en el All England Club fue en 2010, con una Serena Williams todavía en la cúspide de su carrera. Desde entonces, por sexto año consecutivo, la Cancha Central ha visto consagrarse a una nueva campeona, con Ons Jabeur y Elena Rybakina como su más recientes finalistas.

La originaria de Túnez se ha erguido como una referente indiscutible en lo que va del año. Desde India Wells hasta Wimbledon, Jabeur ha disputado cuatro finales, aunque con una sola victoria, triunfando en Madrid ante Pegula. Desafortunada serie de resultados para una tenistas que, en los últimos años, se ha ganado el título de contendiente en cada torneo. Sin embargo, el éxito de Ons no solo reside en la canchas, donde se ha convertido en una ejemplar embajadora, de Túnez, de África, y de la comunidad musulmana. Nacida en Ksar Hellal, Jabeur tuvo que mudarse a la capital del país por falta de infraestructura para poder practicar tenis. Como junior destacó llegando a la final del Roland Garros en 2010, y ganando el mismo trofeo en 2011, presagiando una vida deportiva destacada.

Aunque con una carrera llena de altibajos, quebrando estereotipos y juegos, Ons se ganó el sobrenombre de “Ministra de la felicidad” por su actitud siempre optimista y relajada. Pese a tener la ambición de ganar un Grand Slam, Jabeur ha elegido, en sus propias palabras, inspirar a las personas, sobre todo a las mujeres árabes. Una meta que, como la primera finalista africana de Wimbledon sin duda ha logrado. Eso sí, todavía con la mirada puesta en hacerse de un título mayor. Mismo objetivo que, sin saberlo en aquel momento, Elena Rybakina logró alcanzar gracias a una decisión tomada hace cuatro años. En aquel 2018, Elena optó por representar a Kazajistán pudiendo competir bajo la bandera rusa. Una elección que, este verano, le ha permitido estar presente en el All England Club, donde por creces superó su meta de llegar a la segunda semana.

Desde 2006, cuando la francesa, Amélie Mauresmo vino de atrás para ganar en tres sets, ninguna tenista remontaba para proclamarse campeona en Wimbledon. No obstante, el destino estaba escrito para Elena que, después de vencer a Zheng Qinwen para superar la primera semana del torneo, y de dejar fuera hasta la entonces invicta en el campeonato, Simona Halep, se presentó en la Cancha Central como una grata sorpresa. Pese a caer 3–6 en el primer set, Rybakina comenzó a mejorar su juego, con un revés explosivo para dar vuelta al partido. Una tímida campeona que, sin acaparar los reflectores, ya ha grabado su nombre en la Catedral del Tenis. Escenario que corona a las más grandes leyendas de este deporte, y nos recuerda que, en efecto, hay un lugar para todas las mujeres, sin importar su nacionalidad, religión o color de piel.  


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