Un par de mates
De Buenos Aires, Argentina.
No hay partido entre selecciones más
veces disputado que este, el de dos países divididos por el Rio de la Plata.
Una rivalidad histórica, aunque hoy se asemeje más a un domingo con los amigos que
a una eliminatoria mundialista. En el campo, Messi y Suárez. Los amigos que en
el Barcelona conquistaron Europa, ahora se disputan un boleto para Catar 2022. Tan
pronto silba el central, las risas son sustituidos por disparos a puerta. El Pistolero
lo ha intentado desde todos los ángulos y distancias posibles pero, el gol
nunca llego. A diferencia de los balones que con tanta facilidad manda a guardar
vestido de colchonero, con la Garra Charrúa no siempre es fácil. En Sudamérica
los goles usualmente llegan de un solo lado, por lo que si no eres capaz de
anotarlos, seguro los recibes.
La scaloneta
jugaba en casa, donde la felicidad se ha convertido en lo cotidiano. Argentina sigue
disfrutando de la luna miel que comenzó noches atrás en Brasil, cuando Messi
devolvió el título de campeón a su selección. Ahora a Leo todo le sale bien,
incluso los pases se convierten en goles. Los expertos dirán que esa era la
intención pero, quienes llevábamos una vida viendo jugar al astro argentino,
sabemos que hasta los más grandes genios cuentan con algo de suerte. Sin
embargo, no todos tienen la fortuna de contar con socios como los tiene Messi. Nadie
duda de su conexión con Di María pero, De Paul ha logrado descifrar el juego
del mejor futbolista en el mundo. Aparece en el momento justo para recibir el
balón, encuentra los espacios para avanzar, sabe asistir, y además marcar. Así
juega Argentina, con dos ‘10’ en la cancha.
Muslera hizo todo lo que pudo para evitar una catástrofe bajo los tres palos, sin poder evitar que Lautaro marcara el tercero en el Monumental. Al otro extremo, la figura del Dibu, siempre con la misma soltura que en un partido de barrio. Cerca de su portería, Uruguay amenazaba sin que las redes se movieran realmente. Definitivamente, Argentina atraviesa por un estado de gracia que muy pocos logran recordar. Todavía con las finales alcanzadas, fue hasta la llegada de Scaloni que la hinchada argentina logro respirar con confianza en el estadio. Hoy los argentinos sueñan en serio, porque la ilusión tiene argumentos y los fantasmas parecen quedar enterrados. Las noches vuelven a ser tranquilas, como la del clásico rioplatense, que terminó con los saludos de siempre, los cánticos en la gradas y un par de mates entre amigos.
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