Si nos dejan

 

Foto: Milenio


De CDMX, México. 

Ninguna pena es tan placentera como las escritas por José Alfredo Jiménez. Letras que embellecen la falta de amor, o en el caso de Solari, de futbol. Estando a ocho puntos del segundo lugar, con nueve partidos consecutivos sin recibir gol, y el boleto a liguilla más que asegurado, el América gana pero, no convence. La queja asedia por todos lados, incluso desde el hincha, que se regodea en el liderato pero, admite desanimado que las Águilas planean sin realmente volar. Los de Coapa han encontrado nula resistencia de sus rivales jornada tras jornadas. Acaso un pequeño torbellino, propio del mal clima de Toluca, que evidenció lo que se ha sabido durante décadas: el futbol mexicano es de rachas, y la mejor racha esta campaña es la del Solarismo.  

Un estilo sobrio, que contrasta con la historia reciente del América. Después de años viviendo al filo de la cancha, de despeinarse con locura y llenar de arrugas los trajes, el sigilo y la calma se pasean por el banquillo en el Azteca. Aún con el incremento en el aforo, la pasión jamás se cimbró en el campo en el duelo ante Tigres. Casi una hora de partido hasta ver consumado el gol, dando al América una alta efectividad. Pocas veces la estadística refleja la realidad del partido, que en el mejor de los casos, regala gestos o jugadas imposibles de traducir en números. Sin embargo, a Solari le van mejor los gráficos que los adjetivos. Puesto en palabras, las Águilas son un equipo práctico, ordenado en su mayoría, sin profundidad ni iniciativa, que cede la pelota y corre lo necesario. Una lista de atributos poco atractivos pero, que bien se traducen en diez victorias, cuatro empates y solo una derrota.

En un torneo donde escasean las ideas, la intención de Herrara, aunque básica en principios, es la propuesta más optimista. Tigres buscó generar peligro llenando de centros el área rival, aunque esto solo sirviera para reafirmar la importancia de Ochoa en el cuadro de Solari. El ídolo americanista, diecisiete años después de su debut, se mantiene como uno de los pilares de esta instituciones. En gran medida, han sido sus intervenciones a lo largo del año lo que permite al América tener la mejor defensiva junto con Atlas, encajando apenas ocho goles en quince jornadas. La efectividad del cuadro azulcrema frente al arco rival, contrasta con su línea de defensas, que cede mucho a la espalda con Guillermo como último recurso. Casi infalible, Ochoa aguanta el uno contra uno o vuela sobre la línea para evitar el tanto en contra.

Sin embargo, el cancerbero no es el único jugador experimentado en la platilla que sirve como pieza angular para Solari. En su último encuentro, Layún fue el orquestador del gol, tirando un pase preciso que Henry Martín aprovechó ante la mala cobertura de Ayala. Las pocas veces que el cuadro americanista se atrevió a jugar al frente, la pelota pasó por los pies de Miguel, que era el más lúcido en el césped. Por supuesto, ni los goles a favor, ni la primera posición en la tabla, logran poner punto final a la lista de descalificativos que rodean al técnico argentino. Un entrenador sin futbol pero, con resultados, único candidato al título, con todas las consecuencias que eso implica. Al final, la crítica solo dejará ser feliz a Solari y al América cuando conquisten la decimocuarta estrella.  


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